“De tener un niño que rebosaba una gran vitalidad a encontrarnos, tras cinco años de diferentes pruebas en Madrid, que padecía una de esas enfermedades llamadas raras. Se nos hundió el mundo"

 

La historia del joven Víctor Jiménez Gamo impresiona cuando se escucha. Sobre todo si quien la narra es él mismo y su madre mano a mano. No es difícil que aparezca alguna que otra lágrima. Su actitud ante la enfermedad que le ha sentado en una silla de ruedas, y su pasión por vivir y disfrutar de la vida son inefables. Justísimo merecedor del Premio Superación Personal, que le fue entregado por Francisco Mourelo, concejal del Ayuntamiento de A Coruña. Albaceteño de nacimiento, su infancia fue feliz. Un niño normal que se lo pasaba en grande jugando con los de su edad, sobre todo si de meter goles se trataba.

"Me encantaba el fútbol", señala. "Casi siempre tenía un balón entre los pies. Entre ir a clase, hacer los deberes y jugar al fútbol pasaba mi vida", relata. Pero las cosas comenzaron a ir mal. Víctor empezó a notar que algo no iba bien. Algo estaba fallando. "Conforme iba creciendo, yo me daba cuenta de que en mi físico había surgido un problema. No me podía mover bien. Tenía dificultades en mi movilidad. Mi vida se truncó cuando me diagnosticaron una distrofia muscular. A partir de ahí cambió todo", agrega.

Su madre, María Ángeles Gamo, cuenta esta vivencia en presencia de su marido: "De tener un niño que siempre estaba jugando al fútbol y que rebosaba una gran vitalidad a encontrarnos, tras cinco años de diferentes pruebas en Madrid, que padecía una de esas enfermedades llamadas raras, una distrofia muscular de cinturas. Se nos hundió el mundo".

Víctor Jiménez Gamo continúa con el relato: "Jugaba al fútbol y me daba cuenta de que mis cualidades iban disminuyendo poco a poco y ya no tuve más remedio que abandonar. Me tenía que limitar a ver a mis amigos jugar desde la banda. Y la verdad es que se me hacía muy duro". "Me venía abajo de sólo pensar cómo iba a quedar mi hijo", cuenta María Ángeles. "Esta enfermedad es un poco dura. Al principio, reaccionamos no aceptándola. Nos decíamos que “los médicos se han equivocado”, “esto no puede ser”, “¿por qué nos ha tocado a nosotros?”, “¿por qué le ha tocado a él?”".

"Poco a poco, –prosigue– empecé a aceptar, pero me hundí cuando me llegó el diagnóstico. Mis padres me apoyaron. Mejor dicho nos apoyamos mutuamente porque vivimos la enfermedad juntos desde los inicios. Poco a poco, hemos ido saliendo adelante. Me costó mucho tomar la decisión de pasarme a la silla de ruedas. Pero es, desde luego, la mejor decisión que he podido tomar". María Ángeles Gamo sabía que la enfermedad no tenía solución, pero no se conformaba. Se rebelaba contra ese veredicto y se movió preguntando a médicos. Le recomendaron que se pusiera en contacto con la Asociación de Enfermos Neuromusculares (ASEM). Los profesionales de esta asociación le hablaron de un médico de San Sebastián, el doctor López de Munain, que trataba estas dolencias y le explicaron en qué consis- tía exactamente la que padecía Víctor.

"Cuando ya no podía jugar al fútbol, me busqué otras aficiones. Ahora, la que más practico últimamente es la del póker. En este juego he encontrado la competitividad que había perdido. Sentarme en una mesa delante de gente, en igualdad de condiciones, es lo que más me ha ayudado. Además del apoyo de toda la gente del póker, de mi familia, de mis amigos... me hace sentirme el tío más feliz del mundo", concluye Víctor.